"...El etnógrafo ha de recordar que no debería actuar con la avidez del periodista, con la condescendencia del mediador social, con la jactancia y sobreactuación del político, con la indigencia espiritual del que busca la conversión, con el paternalismo de los agentes católicos que actúan en zonas de marginación, porque el desvelamiento de la impostura acabará pervirtiendo la relación de confianza que busca establecer con sus informantes, y que es siempre precaria. En este punto, la figura del periodista-reportero televisivo, que busca información rápida que encaje en los esquemas de alarmismo y simplificación que ganan audiencias, es un tropo fundamental. Quien hace etnografía debe recordar que, cuando pregunta, ellos pueden estar respondiendo a cualquiera de estos personajes, o aún a otros que el etnógrafo ha de anticipar, adentrándose con ello en la realidad social y cognitiva de sus informantes, que como es sabido también observan, interrogan y etnografían al antropólogo..." (Cantón Delgado, 2008: 46)